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El hábito de combinar la cocaína y el alcohol
Es cada vez más habitual encontrar politoxicómanos, que alternan el consumo de cocaína y de alcohol. A pesar de sus terribles consecuencias negativas para la salud, este patrón mixto de consumo es el más extendido. Sobre todo entre la población joven que se encuentra entre los 20 y los 40 años.
El consumo de alcohol, como también de nicotina, puede funcionar como detonantes del empleo de drogas ilegales. No se da en todos los individuos, por supuesto. Pero sí existe un grupo de población que por cuestiones biológicas individuales revisten mayor riesgo de adicción a la cocaína.
Hay que tener en cuenta que el alcohol se presenta como una droga modelo. Su estatus de droga legal facilita su consumo y abre la puerta al uso de otras sustancias psicoactivas.
Por su parte, los consumidores habituales de cocaína suelen tender al abuso del alcohol o el tabaco. Algo que está muy demostrado en diversos estudios científicos. Dichas investigaciones confirman que la ingesta de alcohol vuelve al organismo más vulnerable a los duros efectos de la cocaína.
Así pues, las personas que consumen cocaína y abusan del alcohol presentan rasgos distintos a los que son meros cocainómanos. Y es que el etanol amplifica las consecuencias negativas que causa la cocaína. La mezcla entre ambas sustancias supone una mayor pérdida de control o mayor compulsión. Pero también de toxicidad y riesgo de padecer episodios de urgencia médica.
Sin embargo, estos consumidores consideran una necesidad emplear ambas drogas, ya que suponen que una atenúa los efectos de la otra. Aunque esta es una creencia errónea. Como veremos ahora, la mezcla de ambos consumos eleva la intoxicación y deterioro de la salud biopsicosocial del individuo.
Se perciben como adictos a la cocaína, pero no con problemas de alcoholismo.
Los efectos de la cocaína y del alcohol
Aunque tanto una como la otra sean drogas muy adictivas y neurotóxicas, pertenecen a familias distintas; pues su impacto en el sistema nervioso central es opuesto.
La cocaína es una sustancia psicoactiva estimulante, cuya función principal es dar energía al organismo. Así, sus efectos generan una excitación del sistema nervioso y una sensación de euforia y mayor rendimiento.
Pero, a su vez, aumenta el ritmo cardíaco, la presión arterial, la temperatura corporal y la respiración. De ahí que pueda causar taquicardias, temblores, ansiedad, cólera, ataques de pánico, alucinaciones e insomnio.
Mientras, el alcohol se trata de una sustancia depresora o psicosedante. Es decir, provoca una inhibición en el sistema nervioso, lo que aporta sensación de relajación y lentitud. Así las personas que beben alcohol de forma abusiva experimentan los efectos opuestos a los de la cocaína.
Así, los efectos propios del alcohol se resumen en: disminución del ritmo cardíaco; la presión arterial, la respiración, la temperatura corporal y la capacidad de reacción. Dificultad para coordinar los movimientos, y déficit de atención, memorización y toma de decisiones. La apatía, la fatiga y los estados depresivos también son síntomas propios del abuso de alcohol.
Por consiguiente, se observa que los efectos de la cocaína son los contrarios a los que produce el alcohol. Esto lleva a que muchos cocainómanos recurran a la ingesta de alcohol —u otra sustancia sedante— para sentirse más sosegados. Para calmar su actividad mental, sus nervios y, en general, la hiperestimulación corporal.
También puede darse la circunstancia inversa, aunque resulta menos común. Es decir, que tras beber alcohol se consuma cocaína para revitalizar el cuerpo y la mente y sentirse más eufórico.
Sin embargo, la combinación sucesiva de ambas drogas agrava el cuadro psicoactivo de cada una de ellas y, por tanto, su toxicidad. Pero hay más…
Los efectos de la mezcla de la cocaína y el alcohol
En efecto, el empleo sucesivo de cocaína y alcohol supone un auténtico cóctel molotov para el organismo. Si cada una de estas drogas por separado causan muchos problemas de salud, al consumirlas seguidas o combinadas se refuerzan sus efectos. Lo que sin duda las vuelve mucho más tóxicas y aumenta el riesgo de colapso corporal o muerte súbita.
A largo plazo, ambas sustancias psicoactivas mezcladas traen consigo una precipitación del deterioro físico y psicológico. Además, diversas investigaciones han comprobado que la ingesta de alcohol eleva la necesidad de consumir cocaína. Esto se debe a que se origina una mayor compulsión en el cerebro. Se produce entonces un mayor descontrol de actitudes violentas, de consumo de drogas, de gastos, etc.
Pero el incremento de la compulsión y conductas de riesgo en los usuarios de cocaína y etanol tiene un origen. Su causa reside en la presencia del metabolito llamado Cocaetileno, muy nocivo para el organismo. Parte de su potente agresividad radica en que deteriora la salud global del sujeto con más rapidez que otras drogas.
Tal es así, que la presencia del cocaetileno incrementa los riesgos de mortalidad mucho más que consumiendo cada droga sola. Así, sí una sobredosis de cocaína o de alcohol puede abocar a la muerte, su mezcla resulta hasta 25 veces más letal.
Un rasgo peculiar de dicho metabolito es que genera un efecto psicológico subjetivo de falso control sobre el consumo. Ello hace que el sujeto no se dé cuenta de que está cometiendo un exceso que puede llevarle a una sobredosis.
Asimismo, el mayor volumen de concentración de cocaetileno se da cuando se consume alcohol antes que cocaína.
Efectos del cocaetileno
La producción de cocaetileno en el cuerpo provoca efectos euforizantes y estimulantes, al tiempo que aminora los efectos depresores etílicos. Pero, a medio o largo plazo, sus consecuencias desembocan en una adicción con rápidos efectos adversos para la salud biopsicosocial. Así, la presencia de alteraciones del estado de ánimo, ansiedad, conflictos familiares y laborales no tardan en manifestarse.
Asimismo, este metabolito conlleva consecuencias mayores de intoxicación que las causadas por el consumo cocaína. Siendo el causante de las siguientes reacciones psicofísicas:
- Infartos de miocardio y derrames cerebrales.
- Hipertensión arterial muy elevada.
- Convulsiones.
- Degeneración hepática, dado que es en el hígado donde se forma el metabolito.
- Deterioro cognitivo o pérdida importante de memoria, muy próximos a la demencia.
- Trastornos psicóticos graves.
- Mayor tasa de letalidad en los ingresos de urgencia por intoxicación severa.
A pesar de todo, los usuarios de cocaína y alcohol poseen la falsa sensación de que el etanol les es beneficioso. Ya que, según alegan, les ayuda a controlar la hiperestimulación producida por la cocaína.
De hecho, muchos de estos politoxicómanos se perciben como adictos a la cocaína, pero no con problemas de alcoholismo. Sin embargo, sus diagnósticos clínicos confirman un consumo abusivo de ambas drogas.
Conclusión
Cada vez es más común encontrarse con enfermos adictos que poseen un patrón de consumo mixto de cocaína y alcohol. Sus problemas adictivos se tornan más acuciantes debido a que la mezcla de ambas drogas da lugar al cocaetileno. Esta sustancia tiene el potencial de generar mayor ansiedad y euforia. Pero también incrementa el riesgo de sufrir una muerte repentina, ya que multiplica exponencialmente la aceleración el ritmo cardíaco.
Con todo, desde los centros de desintoxicación ponen su empeño en encontrar tratamientos exclusivos para este colectivo de politoxicómanos.
Los resultados de los tratamientos aplicados a estos drogodependientes son cada vez más eficaces y efectivos. Lo que arroja una luz de esperanza para estos pacientes que sufren las consecuencias más severas del abuso de drogas. Y es que tanto la cocaína como el alcohol son sustancias psicoactivas de gran poder adictivo y destructivo para el organismo.
Referencias bibliográficas
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